viernes, 4 de abril de 2008

Hay que reconstruir la izquierda política

Miguel Sanz
Uno de los aspectos sobre los que existe consenso entre sectores de la militancia de IU es acerca de la incapacidad para adaptar la organización a los cambios que se han ido produciendo en los movimientos sociales desde los años 80.
Si bien la influencia que el antiguo PCE conservaba sobre organizaciones sociales clave (como los sindicatos) ha ido diluyéndose con los años, el elemento central para haber ido separándose cada vez más del corazón de los nuevos movimientos ha sido una línea política equivocada en su orientación y en sus prioridades. Las pugnas internas también han absorbido gran parte de la moral y las voluntades de la militancia, pero ha sido el trabajo cada vez más volcado hacia lo institucional (ayuntamientos, actividad parlamentaria y elecciones) el que ha ido marcando los ritmos internos de la coalición en los últimos años.
El coste ha sido la pasividad ante el liderazgo de los movimientos sociales de nuevo cuño (como el anticapitalista) y el divorcio progresivo ante otros de carácter más tradicional (como el estudiantil, ecologista o antiguerra). Ninguna de las dos tendencias mayoritarias en el seno de IU ha sabido articular un proyecto, en lo organizativo y en lo ideológico, que les haya permitido zambullirse de lleno en la ola que ha recorrido al mundo desde las manifestaciones de Seattle en 1999.
Varias experiencias están intentando construirse a sí mismas bajo este modelo en otros países europeos. Los orígenes esenciales de estos nuevos partidos no son el viraje ideológico hacia la izquierda de antiguas formaciones reformistas o el reagrupamiento exclusivo de grupos pequeños de la izquierda radical. La oportunidad para el surgimiento de nuevas iniciativas políticas, como Respect en Gran Bretaña o Die Linke en Alemania, la están ofreciendo los procesos organizativos y las movilizaciones de la izquierda social contra la guerra y el neoliberalismo en cada uno de estos países.
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