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miércoles, 16 de abril de 2008

Acostumbrarse a la barbarie

Jaume Ausens y Gerardo Pisarello
En el marco de los juicios contra los acusados por el 11-S en Guantánamo, la CIA ha admitido la utilización de prácticas como el denominado waterboarding. Se trata de una técnica, ya utilizada en la Edad Media, en la que los detenidos son inmovilizados y se les arroja agua en la cara y en las vías respiratorias.
Lo que se produce es una situación de asfixia forzada, en la que el interrogado experimenta una sensación de ahogamiento cercana a la muerte. Algunos medios han aprovechado la revelación para instalar un viejo interrogante: ¿no es lícito, acaso, torturar a un detenido para obtener información que puede salvar vidas? Hace tiempo que el Gobierno de los Estados Unidos ha decidido dar una respuesta afirmativa a este dilema.
La aprobación en 2001 de la llamada Patriot Act otorgó al poder ejecutivo un considerable margen de actuación en la lucha antiterrorista. Esta normativa vino acompañada por un protocolo que flexibilizaba el alcance de la tortura. Entre otras cosas, se llegó a decir que ésta podía ser “equivalente en intensidad al dolor que acompaña las lesiones físicas graves, como desfallecimiento orgánico, deterioro de las funciones corporales o, incluso, la muerte”.
Algunos, como el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, no buscaron rodeos para justificar esta práctica: “De lo que se trata –declaró– es de salvar vidas norteamericanas y no los derechos humanos de los terroristas”. El presidente George Bush puso su grano de arena y vetó un proyecto de ley que pretendía poner coto a las torturas acuáticas.
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miércoles, 9 de abril de 2008

Luego vinieron a buscar a José Couso

Belén Gopegui
Quienes estamos aquí, hermanos, amigos, compañeros de José Couso, y personas que nunca le conocimos, formamos parte de una comunidad. Admiramos la capacidad de sus familiares para seguir luchando, para unir su reclamación a muchas otras causas diferentes y saber que todas son la misma, que donde una persona cae, caemos todas con ella. Quienes estamos aquí sabemos que no es correcto atacar y matar a un periodista desarmado, a ningún civil. Y aunque parezca que estamos quietos, no lo estamos. Porque sabemos algo más, algo que quienes invaden países impunemente olvidan a menudo:
Sabemos que la diferencia entre un juez justo y mil jueces justos no es tanta. La diferencia entre un profesor de instituto que lleva a los hermanos de José Couso a hablarle a los alumnos, y cinco mil profesores llevando a sus clases la misma lucha no es tanta. Ni lo es la diferencia entre un periodista que recuerda y diez mil periodistas que recuerdan y un día vendrán aquí. Quizá ahora seamos quinientas personas dando vida a los cinco años de ausencia de José Couso. La diferencia con quinientas mil no es tanta. Ni con cinco millones. Porque no estamos quietos. Estamos sumando. Cada día, en nuestros trabajos, en nuestras conversaciones, sumamos voces y causas y somos más cada vez. Llevamos dentro el hotel Palestina como quien lleva un cuerpo en gestación.
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sábado, 22 de marzo de 2008

Irak: Sólo aprendemos que nunca aprendemos

*Por Robert Fisk

Han pasado cinco años y todavía no aprendemos. Con cada aniversario los escalones se desmoronan bajo nuestros pies, las piedras se agrietan más, la arena se vuelve más fina. Cuatro años de catástrofe en Irak y pienso en Churchill, que al final llamó a Palestina un “desastre infernal”.
Pero ya antes nos hemos valido de estos paralelismos y se han dispersado en la brisa del Tigris. Irak está empapado en sangre. Sin embargo, ¿cuál es nuestro estado de contrición? ¡Claro, tendremos una consulta pública, pero todavía no! Ojalá la inadecuación fuera nuestro único pecado.
Hoy estamos empeñados en un debate inútil. ¿Qué salió mal? ¿Cómo fue que los miembros del senado romano de nuestra era no se rebelaron cuando les contaron mentiras sobre armas de destrucción masiva, sobre vínculos de Saddam Hussein con Osama Bin Laden y el 11 de septiembre? ¿Cómo dejamos que ocurriera? ¿Y cómo fue que no previmos lo que vendría después de la guerra?
Sí, claro, los británicos intentamos que los estadunidenses escucharan, nos dice ahora Downing Street. De veras, en serio lo intentamos, antes que supiéramos de manera total y absoluta que era bueno embarcarnos en esta guerra ilegal. Ahora existe vasta literatura sobre la debacle de Irak y existen precedentes de planeación para la posguerra –volveré más tarde sobre esto–, pero no se trata de eso. Nuestro predicamento en Irak está en una escala mucho más terrible.Cuando los estadunidenses entraron a sangre y fuego en Irak, en 2003, con sus misiles crucero zumbando sobre la tormenta de arena hacia un centenar de poblados y ciudades, yo solía sentarme en mi sucia habitación del hotel Bagdad Palestina, incapaz de dormir por el estruendo de las explosiones, y hojeaba los libros que había comprado para sortear esas horas oscuras y peligrosas. La guerra y la paz de Tolstoi me recordaba que un conflicto puede ser descrito con sensibilidad, gracia y horror –recomiendo la batalla de Borodin–, junto con un archivo de recortes de periódico. En esa pequeña carpeta hay una larga arenga de Pat Buchanan, escrita cinco meses antes, y todavía siento su poder, su premonición y su absoluta honestidad histórica: “Con nuestra regencia estilo McArthur en Bagdad, la pax americana llegará a su apogeo. Pero luego la marea bajará, porque la única empresa en la que los pueblos islámicos sobresalen es en expulsar a las potencias imperiales mediante el terrorismo o la guerra de guerrillas.
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* The Independent/La Jornada, México, 19/3/08http://www.jornada.unam.mx/ Traducción de Jorge AnayaDifundido por: Correspondencia de Prensa - Agenda Radical - Boletín Solidario Ernesto Herrera (editor): germain5@chasque.net.
Obtenido a través de Viento Sur

Irak: el movimiento que se ha disuelto

¿Qué le ha sucedido al movimiento contra la guerra, que explotó en 2003 movilizando a millones de personas en todo el mundo occidental, hasta el punto de que el New York Times lo definiera como "la segunda superpotencia"? Lo que sucede es que nunca ha sido un verdadero movimiento, sino el espasmo de un día, una intentona espontánea y desesperada de los ciudadanos de cualquier matiz político para detener la guerra.Se concibió, si se quiere, como un golpe preventivo contra una guerra que la gente instintivamente sabía que se basaba en un montón de mentiras. El día en que la guerra empezó en serio, las movilizaciones en contra se perdieron. Los ciudadanos, desmoralizados por el propio fracaso, no han encontrado de nuevo la fuerza para bajar a las calles numerosos. Igualmente, en el quinto aniversario de esta ocupación cruel e inmoral, los datos que nos llegan de Iraq son dramáticos: más de un millón de civiles muertos y más de otros tantos heridos, tres millones de prófugos refugiados en los países colindantes, una disolución completa de las infraestructuras sociales del país y una balcanización evidente.
Así comienza el articulo de Tarik Ali que publica hoy Rebelión a partir de su aparición recientemente en Il manifesto. Dice el escritor que ante todo esto, es muda la respuesta de los ciudadanos de Norteamérica y de Europa. ¿Por qué? No hay solidaridad con los iraquíes. Son árabes, en su mayoría islámicos: y la onda de islamofobia que ha barrido el mundo occidental ha llevado a la deshumanización de quienes han perdido la vida.

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