viernes, 4 de abril de 2008

La izquierda española: ¿un final o un principio?

Juan-Ramón Capella
La cuestión, hoy, es saber si IU y PCE pueden convertir este final de ciclo político en el principio de otra cosa, aliándose con todas las fuerzas e iniciativas sociales, con los grupos de acción disconformes con el sistema y con las personas portadoras del espíritu de rebelión.
No se trata de conseguir una enésima refundación de Izquierda Unida, o de buscar una refundación del PCE. Se trata de suscitar la voluntad política de crear un partido nuevo, abierto a la militancia de masas y no sólo parlamentario, definido no ideológica sino programáticamente —esto es, un partido laico, en el que puedan coincidir personas de diversas ideologías, conformes con un programa democráticamente concebido y estipulado.
Un partido consciente de que la propia forma política del partido —la institución partido— está en crisis, y decidido a experimentar y a tratar de ser un partido de masas de asociados, y no una mera organización de cuadros profesionales de la política (lo que impondrá afrontar desde el principio el problema de la profesionalización temporal en la actividad política).
Nos hallamos ahora en una situación paradójica:
Hay capitanes que han perdido su ejército. Capitanes como Llamazares, Alcaraz o Frutos, que, cualesquiera que sean sus méritos personales, han sido incapaces de mantener cohesionadas sus fuerzas. Son capitanes sin ejército en el peor sentido de la expresión: no son ellos los dotados de ideas estratégicas y capacidad de atracción para conseguir un “ejército” nuevo. Deben ser rebasados políticamente para que lo nuevo pueda nacer.
Pero hay también —y esto es lo más importante— un ejército sin capitanes. El de los militantes de tantas organizaciones políticas y sociales —incluida tanta buena gente del PCE y de IU—, por supuesto, pero también la multitud de personas que perciben la gravedad de los problemas para los que el empresariado y su clase política carece de respuesta, y que desean hallar un lugar de inserción en la lucha política.
Ese lugar de inserción no puede ser otro que el de un partido de nuevo cuño que anime comisiones cívicas, estudiantiles, sindicales, locales, en torno a iniciativas ciudadadanas y rurales de todo tipo, sobre los ejes centrales de la problemática social de nuestro tiempo.
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