Redacción de Nuevo Claridad
No obstante, sería injusto responsabilizar a Llamazares en exclusiva del descalabro. El ahora único diputado de IU, sólo ha actuado con los mismos criterios que nos llevan a participar en el Tripartit de Catalunya, el Gobierno Vasco o en ayuntamientos de Madrid o Andalucía con el PSOE, aunque privaticen y lesionen los derechos de los trabajadores. En las elecciones municipales, la mayoría de la dirección federal respaldó la conclusión de que a pesar de que perdíamos votos, ganábamos poder institucional porque éramos más decisivos. Vana ilusión.
Pero si Llamazares no inventa nada en el terreno político, tampoco lo hace en el terreno de la democracia interna, sólo ha llevado hasta las últimas consecuencias lo que hacen las direcciones de muchas federaciones. La militancia de IU nunca ha tenido muchas opciones de decidir qué política práctica llevaban a cabo nuestros representantes institucionales. Ya en el Código Penal de 1995 —que condenaba a los piquetes «violentos» a penas de hasta tres años de cárcel—, lo respaldamos sin que mediara ningún debate en la organización… Y la lista sería larga. La democracia participativa que predicamos para la sociedad brilla por su ausencia en el seno de la organización. Una militancia activa y exigente, tan vital para una organización como IU, se ha convertido para nuestros dirigentes en una molestia. Esa realidad, unida a la incoherencia política, ha ido alejando a la mayoría de los compañeros y compañeras de la labor cotidiana de la organización.
Y precisamente, eso es lo que ha fracasado plenamente el 9 de marzo, La concepción de IU como una mera fuerza institucional, como un proyecto «domesticado» que lleva a cabo un reparto de papeles con el PSOE. Y ahí está la solución, IU sólo tiene sentido como una fuerza rigurosamente democrática, basada en una militancia activa, con voz y voto, y en una política coherente con una política que persigue la transformación socialista de la sociedad. Esa es la fuerza que necesitará la clase obrera de este país e IU y esa es la tarea pendiente.
Y precisamente, eso es lo que ha fracasado plenamente el 9 de marzo, La concepción de IU como una mera fuerza institucional, como un proyecto «domesticado» que lleva a cabo un reparto de papeles con el PSOE. Y ahí está la solución, IU sólo tiene sentido como una fuerza rigurosamente democrática, basada en una militancia activa, con voz y voto, y en una política coherente con una política que persigue la transformación socialista de la sociedad. Esa es la fuerza que necesitará la clase obrera de este país e IU y esa es la tarea pendiente.
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