Esther Vivas es co-coordinadora de los libros "Supermercados, no gracias" y "¿Adónde va el comercio justo?"
Ayer terminó la Cumbre de Alto Nivel sobre Seguridad Alimentaria de la FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura de la ONU) que se celebró estos días en Roma. Las conclusiones del encuentro no indican un cambio de tendencia en las políticas que se han venido aplicando en los últimos años y que han conducido a la situación de crisis actual.
Las declaraciones de buenas intenciones y las promesas de millones de euros para acabar con el hambre en el mundo realizadas por varios gobernantes no van a poner fin a las causas estructurales que han generado esta crisis. Así mismo, las propuestas realizadas por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, de aumentar en un 50% la producción de alimentos y rechazar las limitaciones impuestas a la exportación por parte de algunos países afectados parecen reforzar más las causas de la crisis que conducir hacia salidas reales que garanticen la seguridad alimentaria de la mayoría de las poblaciones en el Sur.
El monopolio de determinadas corporaciones multinacionales de cada uno de los tramos de la cadena de producción de alimentos, desde las semillas pasando por los fertilizantes hasta la comercialización y distribución de lo que comemos, es algo que no se ha tratado en esta cumbre. Sin embargo, y a pesar de la crisis, las principales compañías de semillas, Monsanto, DuPont y Syngenta, han reconocido un aumento creciente de sus ganancias y lo mismo han hecho las principales industrias de fertilizantes químicos. Las mayores empresas procesadoras de alimentos como Nestlé o Unilever también anuncian un alza en sus beneficios, aunque por debajo de las que controlan los primeros tramos de la cadena. Del mismo modo que las grandes distribuidoras de alimentos como Wal-Mart, Tesco o Carrefour afirman seguir aumentando sus ganancias.
Los resultados de la cumbre de la FAO reflejan el consenso alcanzado entre la ONU, el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para mantener unas políticas económicas y comerciales de dependencia Sur-Norte y de apoyo a las multinacionales de la agroalimentación. Las recomendaciones lanzadas a favor de una mayor apertura de los mercados en el Sur, de subvencionar las importaciones de alimentos a partir de la ayuda al desarrollo y la apuesta por una nueva revolución verde apuntan en esta dirección.
Las declaraciones de buenas intenciones y las promesas de millones de euros para acabar con el hambre en el mundo realizadas por varios gobernantes no van a poner fin a las causas estructurales que han generado esta crisis. Así mismo, las propuestas realizadas por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, de aumentar en un 50% la producción de alimentos y rechazar las limitaciones impuestas a la exportación por parte de algunos países afectados parecen reforzar más las causas de la crisis que conducir hacia salidas reales que garanticen la seguridad alimentaria de la mayoría de las poblaciones en el Sur.
El monopolio de determinadas corporaciones multinacionales de cada uno de los tramos de la cadena de producción de alimentos, desde las semillas pasando por los fertilizantes hasta la comercialización y distribución de lo que comemos, es algo que no se ha tratado en esta cumbre. Sin embargo, y a pesar de la crisis, las principales compañías de semillas, Monsanto, DuPont y Syngenta, han reconocido un aumento creciente de sus ganancias y lo mismo han hecho las principales industrias de fertilizantes químicos. Las mayores empresas procesadoras de alimentos como Nestlé o Unilever también anuncian un alza en sus beneficios, aunque por debajo de las que controlan los primeros tramos de la cadena. Del mismo modo que las grandes distribuidoras de alimentos como Wal-Mart, Tesco o Carrefour afirman seguir aumentando sus ganancias.
Los resultados de la cumbre de la FAO reflejan el consenso alcanzado entre la ONU, el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para mantener unas políticas económicas y comerciales de dependencia Sur-Norte y de apoyo a las multinacionales de la agroalimentación. Las recomendaciones lanzadas a favor de una mayor apertura de los mercados en el Sur, de subvencionar las importaciones de alimentos a partir de la ayuda al desarrollo y la apuesta por una nueva revolución verde apuntan en esta dirección.
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