El viejo "socialismo real", estatista y autoritario, nunca fue democrático y derivó en el terror político y la pobreza de la sociedad civil, opina el ex miembro de Bandera Roja y PSUC Jordi Borja en un artículo publicado ayer en Espai Marx, donde hace una crítica del libro "La izquierda, un instinto básico".
El "socialismo hiperreal" de partidos y gobiernos como los que han gobernado en la España democrática y en los países vecinos no sabemos muy bien hacia dónde pretende ir, pero sí podemos verificar que sus políticas sociales "asistenciales" y la ampliación de los derechos de las personas en ningún caso inciden en los procesos que generan desigualdades crecientes y enriquecimientos ilícitos, corrupción de la política y desregulación de la economía (ejemplo: el sector inmobiliario y el suelo), incertidumbres crecientes y exclusiones múltiples (jóvenes, inmigrantes). La democracia tiene dos dimensiones. La formal configura el Estado de derecho, las libertades individuales, la representación política, la participación ciudadana. La material se expresa por el conjunto de políticas públicas que están destinadas a hacer efectivos estos derechos y libertades, en el ámbito de la economía, de la educación, de los programas sociales, etcétera.
En el reciente congreso del PSOE se han aprobado algunas propuestas democráticas obviamente positivas: cuidados paliativos para enfermos terminales, facilitar la interrupción voluntaria del embarazo, supresión de ceremonias y símbolos religiosos en actos oficiales, etcétera. Pero, como ha reconocido Miquel Iceta, no se trata de cuestiones de izquierdas o derechas, sino de demandas propias de la sociedad actual. Podría añadirse que estas medidas, que en otros países europeos ya existen, son necesarias porque en nuestros sistemas normativos y culturales persisten muchos residuos heredados del franquismo, del nacionalcatolicismo y de las inercias elitistas y reaccionarias tan arraigadas en corporaciones como la judicatura y la alta administración, y en la mayoría de los cuerpos de profesionales con posiciones de poder.
En el reciente congreso del PSOE se han aprobado algunas propuestas democráticas obviamente positivas: cuidados paliativos para enfermos terminales, facilitar la interrupción voluntaria del embarazo, supresión de ceremonias y símbolos religiosos en actos oficiales, etcétera. Pero, como ha reconocido Miquel Iceta, no se trata de cuestiones de izquierdas o derechas, sino de demandas propias de la sociedad actual. Podría añadirse que estas medidas, que en otros países europeos ya existen, son necesarias porque en nuestros sistemas normativos y culturales persisten muchos residuos heredados del franquismo, del nacionalcatolicismo y de las inercias elitistas y reaccionarias tan arraigadas en corporaciones como la judicatura y la alta administración, y en la mayoría de los cuerpos de profesionales con posiciones de poder.
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