El deseo personal y el objetivo político de que Izquierda Unida tenga futuro son las razones que mueven a Gaspar Llamazares, coordinador general de esa formación política, para dejar su cargo antes de que le sustituyan en la Asamblea de IU a mediados de noviembre. En ese cónclave, el PCE dará la gran batalla para hacerse con el control de IU, después de ocho años de mandato de Llamazares, con el argumento de que las tesis de los puristas de Izquierda Unida, de mantenerse alejados de la organización comunista, no ha dado resultado de ningún tipo y ha culminado con una debacle electoral sin paliativos.
La presencia y, sobre todo, la palabra de Llamazares en la Asamblea sería objeto de bronca segura, según los interlocutores consultados. Por eso, Llamazares dimitirá el próximo día 25, en Asturias, en la organización que le propuso para coordinador general en el año 2000, veinte días antes de que comience la Asamblea de IU.
Esta medida lleva consigo que no se vea en la obligación de defender el informe de gestión de la presidencia saliente, por lo que se ahorra, y evita a la organización, la ráfaga de críticas que le iban a llover tras su exposición. La correlación de fuerzas indica que sus defensores quedarían en minoría y se enzarzarían en un agrio debate con los atacantes. Y así transcurriría el primer día de la Asamblea de Izquierda Unida.
"Los votantes no merecen una confrontación y sí un debate sobre el futuro de Izquierda Unida que no se limite a las personas; se debe hacer una reflexión en torno a una organización no endogámica que proponga a la sociedad una salida de izquierdas a la crisis". Esta fue la reflexión que ayer hizo Llamazares en la sede de IU, donde presentó iniciativas parlamentarias y ratificó su intención de adelantar su dimisión. El todavía coordinador general habría dado la cara en la Asamblea si de su sector no hubiera surgido una tercera vía, dejándole en minoría frente al PCE.
La ruptura dentro de sus propias filas ha llevado a que sus posibilidades de éxito frente al PCE estén en el aire, ante la duda de qué hará ese grupo al que la gente la Llamazares denomina la Nacional II, porque aglutina a las federaciones de Madrid, Aragón y Cataluña y que podría reunir a casi el 18% de los delegados. Las estimaciones más objetivas sitúan al PCE con un apoyo superior al 42% y al grupo de Llamazares, en torno al 40%.
Esta medida lleva consigo que no se vea en la obligación de defender el informe de gestión de la presidencia saliente, por lo que se ahorra, y evita a la organización, la ráfaga de críticas que le iban a llover tras su exposición. La correlación de fuerzas indica que sus defensores quedarían en minoría y se enzarzarían en un agrio debate con los atacantes. Y así transcurriría el primer día de la Asamblea de Izquierda Unida.
"Los votantes no merecen una confrontación y sí un debate sobre el futuro de Izquierda Unida que no se limite a las personas; se debe hacer una reflexión en torno a una organización no endogámica que proponga a la sociedad una salida de izquierdas a la crisis". Esta fue la reflexión que ayer hizo Llamazares en la sede de IU, donde presentó iniciativas parlamentarias y ratificó su intención de adelantar su dimisión. El todavía coordinador general habría dado la cara en la Asamblea si de su sector no hubiera surgido una tercera vía, dejándole en minoría frente al PCE.
La ruptura dentro de sus propias filas ha llevado a que sus posibilidades de éxito frente al PCE estén en el aire, ante la duda de qué hará ese grupo al que la gente la Llamazares denomina la Nacional II, porque aglutina a las federaciones de Madrid, Aragón y Cataluña y que podría reunir a casi el 18% de los delegados. Las estimaciones más objetivas sitúan al PCE con un apoyo superior al 42% y al grupo de Llamazares, en torno al 40%.
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