lunes, 24 de marzo de 2003

Los mejores años de nuestra vida

Ouka Laredo
Rebelión
24 de marzo de 2003

"Los mejores años de nuestra vida" (1946) fue la película que dio el espaldarazo definitivo a William Wyler ("Cumbres borrascosas", "La señora Miniver", "Ben-Hur", entre otras). En 1947 la cinta ganó 7 Oscar: película, director, actor, actor secundario, guión, banda sonora y montaje. En los prospectos de la época la definían como un melodrama sobre los problemas de adaptación de tres veteranos de la Segunda Guerra Mundial cuando regresan a casa.

La versión que ahora analizamos recoge, a grandes rasgos, y con un estilo a veces cercano al documental, el diálogo de la escena inicial de la película de Wyler aunque el espíritu difiere un poco de la cinta de 1946.

La escena se centra en las dificultades de adaptación que sufre la clase política cuando percibe que puede perder el poder. La sociedad los repudia, pese a las campañas estatales que tratan de reinsertarlos sin traumas.

Esta versión arranca cuando tres grandes políticos españoles en el Gobierno, personajes muy variopintos, regresan a casa a pasar unos días de vacaciones un año antes de que se celebren las elecciones generales. Hasta hace poco había sido un camino de rosas, pero, de repente, todo parece que empieza a romperse: el gobierno no da pie con bola, se inicia una descabellada cruzada bélica contra países lejanos, los barcos se hunden misteriosamente, las masas salen a las calles en señal de protesta y varios de los líderes dan señales inequívocas de enajenación mental.

En un automóvil viajan por la carretera que conduce de Madrid a Valladolid, cuna de una buena parte de los líderes en crisis, tres importantes políticos del gobierno. Al volante se encuentra Groucho Aznar; a su lado con semblante triste, viaja su más alto mando militar, el comodoro Chico Trillo. Atrás, con la mirada perdida aunque mirando por la ventanilla, viaja el máximo experto en estrategia autonómica y en corbatas color pastel, el Señorito Arenas. Un silencio largo y pesado ocupa el interior del vehículo. Finalmente, Groucho habla con voz monocorde y sin abrir mucho la boca.

-Miren ustedes: todo parece que va a cambiar ¿Cuánto? No lo sabemos ¿Mucho? ¿Poco? ¿Bastante?. ¿Cómo podemos saberlo?.

Los acompañantes permanecen en silencio. Chico empieza a esbozar cara de angustia y el Señorito saca una petaca del bolsillo interior de la chaqueta y da un trago ansioso. Groucho, continúa su enigmático parlamento:

Miren ustedes: ¿En qué tiempo puede todo cambiar? ¿En una semana? ¿En un mes? ¿En dos meses? ¿En seis meses? ¿En un año? ¿Es poco? ¿Les parecemucho?.

-Manda huevos -espeta de repente Chico- con lo bien que íbamos, sin meter la mano en el cajón, con el índice de desempleo bastante potable, sin grandes escándalos. Y ahora todo se complica. El descrédito que hemos conseguido es tremendo. A este paso en Semana Santa no me van a dejar salir ni de granadero en las procesiones de Cartagena.

El Señorito pega otro largo trago de la petaca y la arroja fuera del vehículo. Sin quitar la mirada perdida del paisaje que pasa a gran velocidad y con el viento sacándole la corbata amarilla por la ventanilla dice con los ojos llorosos:

Todo empezó a fastidiarse con la llegada de Harpo. Esa mujer nos ha gafado la legislatura. ¡Maldita seas Harpo!
Miren ustedes -dice Groucho- no voy a tolerar que me digan ahora que todo lo hemos hecho mal. Harpo Palacio ha hecho lo que le he pedido, aunque reconozco que a veces ha logrado crispar las relaciones internacionales más de la cuenta.

El Señorito saca una botella de coñac y mientras la desenrosca espeta:

Jóder con que ha crispado las relaciones internacionales!. Pero si a la semana de haber tomado posesión ya nos habíamos peleado con todo el mundo árabe. Esa tía está loca de atar.

Chico adquiere un semblante sorprendido y los ojos parecen querer salirse de las órbitas.

Por el amor bendito, Groucho, dile a este animal que se calle. Parece que no se ha enterado de que en las Azores hemos firmado con Bush y Blair una declaración de guerra contra el planeta Tierra. Francamente estoy asustado.

Tras unos segundos de silencio, ya un poco más calmado pero con lágrimas recorriendo sus regordetes mofletes, Trillo sigue dando su punto de vista.

Si es que lo que me duele es que hemos puesto a España en la punta de lanza del mundo libre. Hemos intentado devolver al sufrido pueblo español sus más hondos sentimientos religiosos y sus más altos valores patrióticos

-Si, macho, -suelta airado y levantando la voz el Señorito Arenas- con inventos como el de la super bandera. Te pasaste tres pueblos, meapilas.

Señorito-corta tajante Groucho- deja de beber y de hacer críticas fáciles. Tu tampoco estuviste muy brillante cuando te quisiste hacer pasar por experto en la problemática vasca.

Arenas, intentado disimular el hipo y la trompa, saca fuerzas y responde con un sarcasmo que hiela la sangre de sus compañeros.

-Puede que no sea la persona más apropiada para hablar del tema vasco pero por lo menos me preparo los discursos y no como Harpo que se presenta ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y suelta lo primero que se le ocurre.
¡Basta ya, Arenas! -Grita Groucho con toda la autoridad que le confiere el estar entrando ya en la provincia de Valladolid-. Te lo advierto desde la lealtad, desde el compromiso, desde la libertad, desde la trasparencia y desde el sentido de la responsabilidad!.
No te pases Groucho-interrumpe el comodoro Chico todavía haciendo pucheros- la verdad es que el pueblo español se está convirtiendo en una gran mosca cojonera. En Cartagena es diferente. Ponemos bandericas españolas en todas las esquinas y la gente pide más. Hay un cierto estilo castrense que no lo veo en el resto de España. Y hablo desde la sinceridad.

Aznar parace rendirse a la evidencia y adopta un semblante preocupado. El aire frío vallisoletano le despeina y él intenta arreglarse el pelo inútilmente con la mano.

-Pues desde la tolerancia les digo que no acabo de entender como a un socialdemócrata como es Ruiz Gallardón lo saquen los estudiantes a patadas de la Universidad. A que punto hemos llegado. ¡No quiero ni pensar en el 14 de abril!
-Yo hablo desde la cogorza -dice Arenas con la cara desencajada; con gestos bruscos se quita la corbata amarilla y la arroja por la ventanilla- ¿Sabéis que os digo? Que nos quiten lo bailao y que han sido los mejores años de nuestra vida. España no se merece unos políticos como nosotros. ¿A que viene tanta protesta contra el gobierno si nosotros queremos exactamente lo mismo que ellos? Y encima, lo que más me jode, es que le vamos a entregar el gobierno al piernas de Zapatero, que no ha hecho nada para ganárselo.

Aquí la cámara sale lentamente por la ventanilla del automóvil, se sitúa en un plano aéreo cada vez más abierto hasta adivinarse las principales calles de Valladolid y finalmente sobrevolar el río Pisuerga. Una música fúnebre estremece a los espectadores y la película acaba con un fundido en negro. Como de luto.

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