lunes, 7 de abril de 2003

Los mejores años de nuestra vida (II parte) "Bonito"

Ouka Laredo
Rebelión
07/04/03

"Naturalmente, la gente corriente no quiere la guerra, pero en definitiva son los líderes de un país los que determinan la política, y arrastrar a las personas es una de las cosas más sencillas, ya sea en una democracia, en una dictadura fascista, en un parlamento o en una dictadura comunista. Con o sin voz, siempre es posible poner a la gente a las órdenes de los dirigentes. Resulta sencillo. Lo único que se tiene que hacer es decir que están siendo atacados y denunciar a los pacifistas por falta de patriotismo y por poner a su país en peligro. Funciona igual en cualquier país." Hermann Goering, Mariscal del Tercer Reich de Hitler, en el Juicio de Nüremberg

En la segunda parte de la nueva versión de "Los mejores años de nuestra vida", la historia incide en el lado más oscuro de la mente humana, y lo hace a través de los mismos tres personajes de la primera parte: el iluminado y enigmático Groucho Aznar, el irascible comodoro Chico Trillo y el frívolo experto en corbatas color pastel y en pasteleo autonómico Señorito Arenas.
Como se recordará, en la anterior entrega se hizo ya mención a la nueva versión de la gran película de Wiliam Wyler, cinta original en la que el autor retrata la historia del regreso a casa de tres soldados norteamericanos tras la II Guerra Mundial. Coinciden en un avión y allí empiezan su etapa de reincorporación a la vida civil.
En esta versión se narra, al igual que hizo Wyler, una historia a tres bandas, para lo cual apoya la composición en hermosos planos de amplia profundidad de campo, porque, aunque la acción aparentemente principal transcurre en primer plano, lo realmente importante se desarrolla en la distancia.
Ahora, nuestros tres variopintos personajes han pasado unos días de descanso en Valladolid, hospedados en la casa de Groucho, Durante la estancia en la capital castellana, un tanto clandestina debida a la incomprensión del pueblo alzado, obstinado en acusarles de cómplices en el asesinato de gente indefensa y de peleles al servicio del imperialismo petrolero de la desquiciada familia Bush, los tres personajes empiezan a entender que sus vidas han dado un brusco giro y que el retiro de la vida pública, va a ser más rápido y accidentando de lo que jamás hubieran pensado.
Van camino a Cartagena, tierra del comodoro Chico. Cada uno va absorto en los más profundos pensamientos. Groucho, al volante, no logra sacarse de la cabeza el desplante de su esposa, quien lo ha echado a patadas de casa y ha decidido emprender por su cuenta una elegante carrera política en Madrid. Chico Trillo va calculando los kilómetros que lo separan de su pueblo, pero se hace un lío al confundirse con la distancia que les queda a las tropas del imperio para entrar con sus mortíferas armas en Bagdad para aniquilar a la población y luego liberarla del dictador. El Señorito, sentado atrás, también está centrado en profundas cabilaciones que se reducen a recordar cuántas anfetaminas se comió en el desayuno y en buscar por los bolsillos donde escondió la papela con cocaína que había comprado la noche anterior en el baño de un bar de Valladolid.
Arenas comienza a tararear, nervioso y con el rostro sudoroso mientras se anuda una corbata color rosa en la frente:

- Bonito, todo me parece bonito.

- Vete a cagar, Arenas - Espeta Groucho con su característica voz monocorde y la boca medio cerrada.

El Señorito continúa como si oyese llover:

- Bonita mañana, bonito lugar, bonita la cama, que bien se ve el mar.

- Arenas, eres un mamarracho- dice Groucho sin contemplaciones - La vida es una mierda; nos hemos metido en una guerra para liberar Irak y nadie nos comprende, empezando por los burros de los iraquíes, a excepción de Angela Rodicio, claro. Nos están poniendo las sedes hechas un Cristo a huevazos y a tomatazos?para colmo Ana me ha dejado. Así que haz el favor de meterte la canción donde te quepa.

Arenas se ha pintado con rotulador el símbolo pacifista en sendas mejillas. Torpemente saca papel de liar y comienza a elaborar un gran porro en forma de trompeta..

- Sois un par de pringaos, Groucho. La vida es bella. Bonita la Botella, sobre todo si es de tequila, je je. ¿Sabéis que gritan en las manifestaciones? "Aznar, si quieres guerra, líate con la Botella". Je je. Lo que pasa que ahora nos jode que nos llamen asesinos y que nos pongan a caldo cada vez que salimos a la calle. Pues que os folle un pez sierra. Yo, desde luego, he decidido estar a favor de la paz. No a la guerra, tíos. ¿Quién quiere encender el peta?
La reacción es inesperada y veloz. Nadie pudo ver como el puño del comodoro Trillo voló como una sartén por el interior del automóvil hasta estamparse en la cara del Señorito. Tras los primeros segundos de estupefacción, Arenas comienza a gritar como un poseso. La corbata rosa y la camisa amarilla comienzan a teñirse de sangre. Groucho y Chico miran hacia delante, tensos pero complacidos. Cuando aminoran los sollozos de Arenas, el comodoro Chico toma la palabra en tono marcial
- Creo que faltan 40 kilómetros para entrar en el primer cinturón de seguridad de Cartagena. Los esbirros de la división Medina no deben estar lejos. ¡Malditos cobardes, dad la cara!
-Mira Trillo, - dice Aznar intentando crear un clima de serenidad en el interior del vehículo- estáte atento al mapa y a las señales y deja de hablar de manera ridícula. Quedan más de 400 kilómetros para llegar a Cartagena. La guerra te está haciendo perder el sentido común. Vamos a acabar todos locos. Como Fraga, que dice que más muertos hay en accidentes de carretera que en la guerra. Se ha vuelto majara el tío. Menos mal que le queda poco.
- Nos quedan dos telediarios a todos, colegas -dice Arenas con la cara enrojecida, llena de churretes y con el labio superior destrozado. Perdonad lo de antes. Se me ha ido la mano con las anfetas y voy pasado de pastillas desde que empezó el asedio y acoso del rojerío. Nos han pintarrajeado más de 120 sedes del partido. Nos insultan, nos dan collejas y tiran tomates cada vez que salimos a la calle. Decidme señorías: ¿Que hemos hecho para merecer esto?
Aznar asiente, observa al Señorito por el retrovisor y le guiña un ojo. Este le pasa el canuto maltrecho y lo enciende con estilo chulesco. El odio le achina la mirada y le encoge el bigote. Pega una fuerte calada y habla despacio mientras desaloja el humo desordenadamente por la nariz y la boca.
- Miren ustedes, la culpa es de los que llevan la pancarta y de los que van detrás de la pancarta. Has estado muy fino, Arenas, lo reconozco, sacando a relucir con nombres y apellidos los agitadores y promotores del acoso. Y voy a ser más claro, hablando desde la claridad: este clima, hablando desde la denuncia, no surge por las buenas ni desde la espontaneidad. Hay gente que siembra vientos que sólo pueden provocar tempestades y luego vienen las condenas. Desde la verdad hay que decir que con los de la pancarta en el poder no hay referentes europeos.
En el interior del vehículo se instala el respeto desde el silencio. Los acompañantes asienten a pesar de reflejar en sus rostros que no logran comprender todo el alcance de las palabras de Groucho. Trillo aprovecha el momento de desconcierto de sus colegas para pegar varias caladas consecutivas al canuto. Tras dibujar en el aire el signo de Audi con los aros de humo, toma la palabra.

- Voy a ser claro: esos esbirros de la pancarta son peores que los lacayos del tirano Sadam. Son todos unos comunistas peligrosos que lo que quieren es socavar nuestra moral y nuestra cultura democrática. Y les vamos a dar jarabe de palo. Ya hemos empezado con Fernando Valderrama. ¿Dónde se ha visto un diplomático rebelde? Nuestros diplomáticos son para ponerse corbatas de lazo y decir bobadas que queden bien, pero no para pensar por su cuenta y llevarnos la contraria. A Valderrama le vamos a meter un puro con el reglamento franquista que se le van a quitar las ganas de hacerse el machote nunca más. ¿Quién quiere la chicharra?
Arenas intenta hacerse con lo que queda del accidentado porro y da un manotazo rápido pero con tal mala suerte que la colilla cae entre las piernas de Aznar. Con habilidad Groucho logra levantar el trasero, meter la mano, levantar la colilla, dar una ultima calada y lanzarla por la ventanilla. Se dirige a los colegas con estudiada parsimonia y les da una breve pero clarividente idea de teoría política
- Voy a hablar esta vez desde el escozor. Me duelen muchas cosas pero sobre todo me duele saber que los socialistas y los comunistas están absolutamente unidos. Tras una pausa, baja la voz y continua prácticamente sin abrir la boca. Es que reclaman muchas cuestiones como la paz pero no están dispuestos a hacer nada para garantizar estas peticiones. Esa postura no la podemos respaldar, es un riesgo grave para los intereses de España.
Los compañeros de viaje siguen el discurso sumamente atentos. Bueno, Arenas menos, pues esta esnifando coca con un billete de diez euros. Cuando acaba la maniobra da una nueva perspectiva a la situación nacional desde una visión más amplia.
- ¿Sabéis que os digo? Que los peores son los nacionalistas vascos. Y el Otegui, el primero. Hay que darles caña a todos. Por orden alfabético.
- Si, - responde Chico-. Es verdad. Cuando acabemos con el frente oriental y tomemos Bagdad podemos tomar Ondárroa y Lekeitio.
Aznar, con los ojos enrojecidos y emocionado por el arrebato patriótico y de combate de sus colegas, no puede contenerse y se le escapa una lágrima que desciende hasta los labios. La lametea y habla con voz temblorosa.
- Miren , no somos unos marcianos en una isla inexistente sin vecinos, sin que le afecten las cosas del mundo, porque tenemos riesgos para nuestra seguridad. Pero oigan bien, he tenido un sueño: estamos en la carretera conduciendo en la noche. De repente amanece y sale el sol, un sol rojo y deslumbrante. De nuevo la gente nos comprende y nos ama. Y nos vota. Ana vuelve a casa. El pueblo respeta a nuestros diputados y todo vuelve a ser hermoso. España vuelve a ser nuestra.
Los tres personajes se abrazan mientras el vehículo hace peligrosas eses por la carretera. El automóvil, con rastros de huevos estrellados y de tomates resecos en la carrocería, se aleja por la autopista vacía. Amanece camino a Cartagena. Por la radio un locutor narra la sangrienta entrada de los marines en las calles de Bagdad. Nuestros protagonistas envalentonados y radiantes por la noticia entonan su dulce canción.
- Bonita la paz, bonita la vida, bonito volver a nacer cada día, bonita la verdad cuando no suena a mentira.

*A la memoria de Terenci Moix, que supo darnos ejemplo de lucidez y rebeldía hasta después de dejar de fumar.

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