Aquí va uno de los artículos mejor estructurados que he leído en los últimos días, acerca de la situación de IU. Me gusta mucho, curiosamente a pesar de no estar de acuerdo en algunas de las afirmaciones que en él se hacen. Pero no importa, creo que es un buen ejemplo de aportación teórica en estos días revueltos y donde el debate en IU esta encharcado en ideas cortas y lenguas largas. Entresaco aquí los párrafos que más me han llamado la atención.
Manuel Martínez Llaneza es militante de la Agrupación de Profesionales y Técnicos del PCM
La estructura federal (de IU) es hoy un escenario, habitualmente vacío, en el que se representa la correlación de fuerzas de las Federaciones. Aparte de que los métodos de debate y toma de acuerdos son más que discutibles, lo que allí se ‘decide’ ni es conocido en el conjunto de la organización, dado que no existen medios de difusión ni reuniones frecuentes, ni es aplicado por los que lo conocen, salvo que coincida con sus intereses. Sólo transciende lo que de vez en cuando saca la prensa por considerarlo de actualidad. No existen, al menos que se sepa, elementos ideológicos firmes que sirvan de cohesión de la circunstancial mayoría, ni intereses que la soporten más allá de unos pocos cargos. El grupo parlamentario y los asesores, tal vez por su pequeñez, no llegan a constituir una referencia unificadora y disfrutan de envidiable autonomía, lo mismo que las Federaciones, véanse los casos recientes de Euskadi y Valencia. (Describo, no opino)
El nivel de Federación es algo más complejo. Existe una gran disparidad, desde federaciones en que un pequeño grupo de compañeros excepcionales está manteniendo vivo el testimonio de la izquierda en situaciones muy difíciles hasta otras en la que los grupos de militantes conviven, en general mal, con una cierta estructura que me interesa analizar, siquiera a grandes rasgos. Esta estructura está compuesta por una parte visible y otra invisible. Sería instructivo averiguar cuántos afiliados a IU-CM conocen quiénes son los representantes de su organización en TeleEspe o Cajamadrid o saben siquiera en qué instituciones (fuera del Ayuntamiento y la Comunidad) está presente. Esta parte invisible, aunque no muy numerosa, es importante, tiene intereses muy claros y no es en absoluto un factor de transparencia y democracia. En la parte visible, se escenifican públicamente debates cuyo trasfondo no es siempre comprensible para el no iniciado o militante de base. Está con frecuencia ligado al soporte invisible de la parte visible, que suele estar en el poder municipal.
Sostengo (opino, no describo) que el poder municipal, en ausencia de presencia relevante estatal y autonómica, es el soporte real de lo poco que queda de IU y al mismo tiempo, el cáncer que la destruye. Se trata de un poder compartido en general con el PSOE, no en las grandes capitales, pero sí en municipios de importancia. No suele haber conflicto donde se cogobierna, da igual que el coordinador sea Anguita con sus ‘orillas’ u otro más amistoso; a la vida municipal no llega esa política. Son excepcionales los casos como el de Seseña, en los que se defienden los derechos de los ciudadanos, y frecuentes los de Castro Urdiales y Leganés, en los que se practica (de la mano del PPOE), sin ninguna vergüenza, la política de la especulación y la privatización. El clientelismo ligado a esta práctica política se escenifica con mucha claridad en la composición de las asambleas locales y en su repercusión en el ámbito de la federación correspondiente.
Las asambleas locales donde se cogobierna son frecuentemente reuniones de empleados municipales, cargos de confianza, beneficiados y parientes colocados que practican la laminación ‘democrática’ de cualquier disidencia: son más y se vota o no son más y no se vota. Toda iniciativa es sospechosa; toda discusión se supone ociosa o malintencionada y se evita en la medida de lo posible. Tampoco se pierde mucho, porque las asambleas casi sólo se reúnen para votar en procesos electorales (la vida política real de IU se desarrolla en los despachos de los concejales) y últimamente se evita ese enojoso encuentro votando por correo.
Para valorar la repercusión en la federación respectiva, tanto de la estructura invisible como del poder local, es clarificador seguir el fundamento del poder de muchos años de Ángel Pérez en Madrid, que ha culminado recientemente en el malabarismo de su nombramiento como cabeza de lista para el Ayuntamiento de la capital tras una derrota aplastante de su candidatura en la misma capital, gracias a los votos de los pueblos y el control de la Asamblea Regional por parte de éstos.
Mi diagnóstico es que no hay ninguna crisis en IU, sino un proceso continuado, con altibajos naturalmente, de degeneración de carácter estructural que, para el que no quiere ver, se manifiesta sorprendentemente en las elecciones, pero, para el que se fija, se gesta, se tolera y se encubre día a día. Con puestos, nombres y apellidos.
La conclusión principal de este planteamiento es que ningún maquillaje, cambio de línea teórica o de reparto de poder en la dirección cambiará nada en el camino de la desaparición de IU si no se aborda drásticamente el problema de la fuente del poder. Drásticamente significa de una manera revolucionaria, rompiendo la estructura de poder señalada, que, en caso contrario, neutralizará cualquier iniciativa. Sé que no es fácil, que se trata de una organización fragmentada cuya sola argamasa son los intereses, y que, como hemos visto estos años, los dioses ya han cegado a los que querían perder.
Acabo saliendo al paso de los que piensan que el PCE puede ser la alternativa que cubra el espacio a ‘la izquierda del PSOE’ (¡vaya definición ideológica y política!) sin más que ‘salirse’ de IU.
El PCE no está en absoluto exento de culpa; de hecho ha sido el valedor de los desmanes y la decadencia de su ‘opción estratégica’, al igual que de su ‘opción sindical’.
El nivel de Federación es algo más complejo. Existe una gran disparidad, desde federaciones en que un pequeño grupo de compañeros excepcionales está manteniendo vivo el testimonio de la izquierda en situaciones muy difíciles hasta otras en la que los grupos de militantes conviven, en general mal, con una cierta estructura que me interesa analizar, siquiera a grandes rasgos. Esta estructura está compuesta por una parte visible y otra invisible. Sería instructivo averiguar cuántos afiliados a IU-CM conocen quiénes son los representantes de su organización en TeleEspe o Cajamadrid o saben siquiera en qué instituciones (fuera del Ayuntamiento y la Comunidad) está presente. Esta parte invisible, aunque no muy numerosa, es importante, tiene intereses muy claros y no es en absoluto un factor de transparencia y democracia. En la parte visible, se escenifican públicamente debates cuyo trasfondo no es siempre comprensible para el no iniciado o militante de base. Está con frecuencia ligado al soporte invisible de la parte visible, que suele estar en el poder municipal.
Sostengo (opino, no describo) que el poder municipal, en ausencia de presencia relevante estatal y autonómica, es el soporte real de lo poco que queda de IU y al mismo tiempo, el cáncer que la destruye. Se trata de un poder compartido en general con el PSOE, no en las grandes capitales, pero sí en municipios de importancia. No suele haber conflicto donde se cogobierna, da igual que el coordinador sea Anguita con sus ‘orillas’ u otro más amistoso; a la vida municipal no llega esa política. Son excepcionales los casos como el de Seseña, en los que se defienden los derechos de los ciudadanos, y frecuentes los de Castro Urdiales y Leganés, en los que se practica (de la mano del PPOE), sin ninguna vergüenza, la política de la especulación y la privatización. El clientelismo ligado a esta práctica política se escenifica con mucha claridad en la composición de las asambleas locales y en su repercusión en el ámbito de la federación correspondiente.
Las asambleas locales donde se cogobierna son frecuentemente reuniones de empleados municipales, cargos de confianza, beneficiados y parientes colocados que practican la laminación ‘democrática’ de cualquier disidencia: son más y se vota o no son más y no se vota. Toda iniciativa es sospechosa; toda discusión se supone ociosa o malintencionada y se evita en la medida de lo posible. Tampoco se pierde mucho, porque las asambleas casi sólo se reúnen para votar en procesos electorales (la vida política real de IU se desarrolla en los despachos de los concejales) y últimamente se evita ese enojoso encuentro votando por correo.
Para valorar la repercusión en la federación respectiva, tanto de la estructura invisible como del poder local, es clarificador seguir el fundamento del poder de muchos años de Ángel Pérez en Madrid, que ha culminado recientemente en el malabarismo de su nombramiento como cabeza de lista para el Ayuntamiento de la capital tras una derrota aplastante de su candidatura en la misma capital, gracias a los votos de los pueblos y el control de la Asamblea Regional por parte de éstos.
Mi diagnóstico es que no hay ninguna crisis en IU, sino un proceso continuado, con altibajos naturalmente, de degeneración de carácter estructural que, para el que no quiere ver, se manifiesta sorprendentemente en las elecciones, pero, para el que se fija, se gesta, se tolera y se encubre día a día. Con puestos, nombres y apellidos.
La conclusión principal de este planteamiento es que ningún maquillaje, cambio de línea teórica o de reparto de poder en la dirección cambiará nada en el camino de la desaparición de IU si no se aborda drásticamente el problema de la fuente del poder. Drásticamente significa de una manera revolucionaria, rompiendo la estructura de poder señalada, que, en caso contrario, neutralizará cualquier iniciativa. Sé que no es fácil, que se trata de una organización fragmentada cuya sola argamasa son los intereses, y que, como hemos visto estos años, los dioses ya han cegado a los que querían perder.
Acabo saliendo al paso de los que piensan que el PCE puede ser la alternativa que cubra el espacio a ‘la izquierda del PSOE’ (¡vaya definición ideológica y política!) sin más que ‘salirse’ de IU.
El PCE no está en absoluto exento de culpa; de hecho ha sido el valedor de los desmanes y la decadencia de su ‘opción estratégica’, al igual que de su ‘opción sindical’.
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