Aqui va uno de los mejores artículos que he encontrado sobre la situación actual en Colombia, el reforzamiento de Uribe, el declive de las FARC, la perplejidad de la izquierda europea y la permanente manipulación de los grandes grupos empresariales de comunicación. Gracias a los y las compas de IU que me han pasado y están haciendo correr este artículo publicado originalmente en El Clarin de Chile.
Creo recordar que fue en el verano del año dos mil cuando recibí una llamada de los compañeros que trabajaban en las Cortes, invitándome a una reunión entre representantes de las FARC y diputados españoles del PSOE y de IU, para hablar sobre el Plan Colombia concebido por la administración Pastrana con el apoyo del gobierno de los EEUU. Las negociaciones de paz estaban en un punto muerto y se veía próximo el final del despeje militar del ejército de las zonas controladas por la guerrilla, los cinco municipios, lo que daría finalmente por fracasado el proceso de diálogo.
La delegación de las FARC la conformaban dos personas, Olga Lucía Marín, la hija de Tirofijo, entonces responsable de las FARC en Europa y un hombre llamado Raúl, no sé si en ese entonces ya era miembro del secretariado de la guerrilla. Pero fue Marín quien habló la mayor parte del tiempo, dejando a su compañero en un segundo lugar durante su exposición que duró algo menos de una hora. De aquella reunión se me quedaron grabados los ojos negros e incisivos de Marín, la fuerza de su palabra y sus respuestas mordaces a algunos de los comentarios cándidos de los diputados españoles. Se cuestionaban los vínculos de la guerrilla con el narcotráfico, como si ésta pudiera darse el lujo de vivir a espaldas de la realidad y de la única actividad económica que garantiza la supervivencia de una buena parte de la población campesina colombiana, o como si alguien nacido en Colombia en los últimos treinta años hubiera logrado vivir al margen de ese negocio y de la terrible violencia que genera.
La delegación de las FARC la conformaban dos personas, Olga Lucía Marín, la hija de Tirofijo, entonces responsable de las FARC en Europa y un hombre llamado Raúl, no sé si en ese entonces ya era miembro del secretariado de la guerrilla. Pero fue Marín quien habló la mayor parte del tiempo, dejando a su compañero en un segundo lugar durante su exposición que duró algo menos de una hora. De aquella reunión se me quedaron grabados los ojos negros e incisivos de Marín, la fuerza de su palabra y sus respuestas mordaces a algunos de los comentarios cándidos de los diputados españoles. Se cuestionaban los vínculos de la guerrilla con el narcotráfico, como si ésta pudiera darse el lujo de vivir a espaldas de la realidad y de la única actividad económica que garantiza la supervivencia de una buena parte de la población campesina colombiana, o como si alguien nacido en Colombia en los últimos treinta años hubiera logrado vivir al margen de ese negocio y de la terrible violencia que genera.
En particular recuerdo el comentario ingenuo de la diputada de IU; “que lástima, un país tan bonito como Colombia... Si hubiera paz seguro que mucha gente lo visitaría”. A lo que Marín contestó: “No hacemos la guerra para que los europeos puedan pasear por Colombia en bicicleta”.
En el turno de palabras yo aproveché para manifestarle cómo, aún comprendiendo los motivos y razones que dieron origen a la lucha armada de las autodefensas campesinas en la década de los sesenta, era imposible justificar y comprender su actual distanciamiento de la población urbana colombiana y las agresiones constantes a las que la sometía, poniendo como ejemplo la toma a sangre y fuego de pequeñas poblaciones a las que luego abandonaban en manos de paramilitares, así como la llamada “pesca milagrosa” (una modalidad de secuestro express realizada por las FARC por medio de puestos móviles armados en puntos negros de las carreteras, despojando a los viajeros de los autobuses de todo cuanto tenían de valor, y reteniendo o secuestrando por tiempo indefinido a aquellos a quienes veían como más posibles).
Pues bien, la hija de Tirofijo, me contestó sin acritud “Colombia es un país en guerra y nadie puede mantenerse al margen. El que no está armado debería estarlo” y en cuanto a la pesca milagrosa respondió: “Solo le quitamos dinero a los millonarios”. Entonces le pregunté si consideraba millonario a un campesino con dos millones de pesos en el bolsillo producto de la venta de su cosecha de un año -un millón de pesos colombianos es menos de trescientos euros-. Marín, con cierta displicencia me miró a los ojos y me dijo: “hay muchos ricos que se disfrazan de pobres y muchos delincuentes comunes que se disfrazan de las FARC”.
Al finalizar la charla y sintiéndome sola en la crítica que le había dirigido me despedí instándola a ella y a su grupo a agotar todos los esfuerzos para actuar con inteligencia y evitar la ruptura de las negociaciones de paz. “Si este proceso fracasa -murmuré-, me temo que vendrá un presidente más a la derecha, a la extrema derecha, y con más apoyo de los Yankis la guerra se endurecerá... No creo que la guerrilla pueda ganar en tales circunstancias”. Olga Lucía Marín sonrió y sin decir nada me entregó una tarjeta, en la que se leía: Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo.
Leer aquí el resto del artículo
No hay comentarios:
Publicar un comentario