Probablemente, un sicoanalista argentino sacaría mucha punta a este artículo de Gaspar Llamazares publicado hoy en El Mundo. El diputado de IU muestra su debilidad por el legendario escritor J.D. Salinger, fallecido ayer en Estados Unidos y del que Imagina reconoce que también ha sido una luz importante en su vida. Gaspar aborda, en especial, la obra más conocida de J.D. Salinger, "El guardián entre el centeno", un libro de culto que estuvo prohibido en los colegios etadounidenses durante muchos años; un título que ha iluminado a muchos y ha transtornado a otros, y debo decir que, en mi caso, no sabría definir con exactitud el alcance neuronal que hizo la obra. Pero quiero recordar que Mark David Chapman, el joven que mató a John Lennon, guardaba en el bolsillo, además del revolver de dos pulgadas, su ejemplar de "Catcher in the Rye"
Gaspar Llamazares
Hace ahora justamente dos años, a través de una iniciativa de Escuela de Escritores, me preguntaron dentro de un amplio sondeo cuál era el libro que más me había marcado en mi vida y del que tenía un especial recuerdo. Contesté sin dudarlo que 'El guardián entre el centeno' de Salinger.
En un día triste, cuando se conoce la muerte de su longevo autor, y en medio de la profunda crisis que nos rodea, no sólo económica sino también de confusión de valores personales e ideológicos, creo que esta obra maestra, con más de medio siglo de vida, puede seguir dando mucho que pensar a quienes se puedan acercar a ella, ahora ya sin ningún tipo de prejuicios tras el tiempo transcurrido.
La leí cuando no tenía mucha más edad que Holden Caulfield, el descreído protagonista creo que de poco más de 16 años. Tengo una hija de una edad similar a él que aún no lo leyó y espero que no tarde mucho en hacerlo para comparar conclusiones. En mi recuerdo aparecen por igual los impactos que me provocaron su forma narrativa y su contenido.
Está escrito en primera persona, con el mismo lenguaje directo, simple, atropellado, limitado y provocador que muchos siguen reprochando hoy a los adolescentes, y eso que en aquella época aún no se habían inventado los 'sms' del móvil. Pero ahí está precisamente una de sus grandezas: los sentimientos, frustraciones, sueños rotos, ilusiones por descubrir y lucha con la vida de un adolescente no se pueden contar con erudición académica y sí con vehemencia, sinceridad y un desgarro que golpea conciencias.
El 'guardián' que sueña con ser Holden no es únicamente la historia de la peor de las soledades, ésa que se vive en compañía y rodeado de gente, ni tampoco una narración de los aspectos oscuros de la sociedad como la violencia, la hipocresía, los vendedores de sexo, el poder que impone el más fuerte, las ciudades que nos tragan... Tampoco es sólo la narración del camino hacia un fracaso escolar, personal, humano.
Ningún joven ni adolescente puede sentirse fracasado a los 16 años, ni tampoco a los 40 o los 50. El protagonista demuestra que a escasos metros del pesimismo, de los callejones sin salida o de los golpes está la esperanza y la ilusión. En su caso tienen la forma concreta de los ojos y la ilusión de su hermana pequeña, pero también otra más onírica e inalcanzable como la de ese campo de centeno al lado del abismo donde él va a imponer el orden para que nadie perezca.
Esta obra es una paradoja en sí misma. Igual que en su larga historia pasó de ser un libro maldito y prohibido a convertirse en lectura obligada en los institutos (ojalá también lo fuera en nuestro país con o sin reforma educativa), también en la historia individual de cualquier persona se puede pasar de la desesperanza y el caos a la ilusión y el optimismo.
Es posible que el campo de centeno esté a la vuelta de la esquina. No hay más que buscarlo... y seguro que tendrá el mismo efecto que la sonrisa de un niño.
Hace ahora justamente dos años, a través de una iniciativa de Escuela de Escritores, me preguntaron dentro de un amplio sondeo cuál era el libro que más me había marcado en mi vida y del que tenía un especial recuerdo. Contesté sin dudarlo que 'El guardián entre el centeno' de Salinger.
En un día triste, cuando se conoce la muerte de su longevo autor, y en medio de la profunda crisis que nos rodea, no sólo económica sino también de confusión de valores personales e ideológicos, creo que esta obra maestra, con más de medio siglo de vida, puede seguir dando mucho que pensar a quienes se puedan acercar a ella, ahora ya sin ningún tipo de prejuicios tras el tiempo transcurrido.
La leí cuando no tenía mucha más edad que Holden Caulfield, el descreído protagonista creo que de poco más de 16 años. Tengo una hija de una edad similar a él que aún no lo leyó y espero que no tarde mucho en hacerlo para comparar conclusiones. En mi recuerdo aparecen por igual los impactos que me provocaron su forma narrativa y su contenido.
Está escrito en primera persona, con el mismo lenguaje directo, simple, atropellado, limitado y provocador que muchos siguen reprochando hoy a los adolescentes, y eso que en aquella época aún no se habían inventado los 'sms' del móvil. Pero ahí está precisamente una de sus grandezas: los sentimientos, frustraciones, sueños rotos, ilusiones por descubrir y lucha con la vida de un adolescente no se pueden contar con erudición académica y sí con vehemencia, sinceridad y un desgarro que golpea conciencias.
El 'guardián' que sueña con ser Holden no es únicamente la historia de la peor de las soledades, ésa que se vive en compañía y rodeado de gente, ni tampoco una narración de los aspectos oscuros de la sociedad como la violencia, la hipocresía, los vendedores de sexo, el poder que impone el más fuerte, las ciudades que nos tragan... Tampoco es sólo la narración del camino hacia un fracaso escolar, personal, humano.
Ningún joven ni adolescente puede sentirse fracasado a los 16 años, ni tampoco a los 40 o los 50. El protagonista demuestra que a escasos metros del pesimismo, de los callejones sin salida o de los golpes está la esperanza y la ilusión. En su caso tienen la forma concreta de los ojos y la ilusión de su hermana pequeña, pero también otra más onírica e inalcanzable como la de ese campo de centeno al lado del abismo donde él va a imponer el orden para que nadie perezca.
Esta obra es una paradoja en sí misma. Igual que en su larga historia pasó de ser un libro maldito y prohibido a convertirse en lectura obligada en los institutos (ojalá también lo fuera en nuestro país con o sin reforma educativa), también en la historia individual de cualquier persona se puede pasar de la desesperanza y el caos a la ilusión y el optimismo.
Es posible que el campo de centeno esté a la vuelta de la esquina. No hay más que buscarlo... y seguro que tendrá el mismo efecto que la sonrisa de un niño.
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