El trabajador europeo está desconcertado. Por la noche, se acuesta con el nuevo discurso dominante: las empresas deben tomarse en serio la necesidad de conciliar la vida laboral y la vida privada, los países más productivos no son aquéllos en los que se trabaja más horas, las empresas modernas miman al máximo la salud de su gente, sociólogos y filósofos nos han prometido para el siglo XXI una nueva sociedad del ocio, con tiempos de trabajo cortos gracias a la implantación de las nuevas tecnologías... Por la mañana, el mismo trabajador se desayuna con la confirmación de que la conciliación era sólo un cascarón verbal: lo que de verdad viene es una brecha, un enorme boquete abierto en el techo de su semana laboral y en el de Europa, la cuna del modelo social.
Así comienza el artículo que Ariadna Trillas publica hoy en El País
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