Divisiones internas, encuestas desoladoras y líderes grises; 145 años de historia contemplan la travesía en el desierto del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). Su cúpula, que se agita entre el sálvese quien pueda y el no enmendarla, actúa ante la opinión pública como un síndico de las centenarias rentas políticas. Sus expectativas electorales se han desplomado a cotas nunca vistas. Además, el que todavía es el mayor partido de Alemania se enfrenta a una sangría de afiliados.
Según publicó ayer el semanario Stern, el 36% de socios del SPD reconoce haberse planteado devolver el carné y el 6% está decidido a hacerlo. Parejo batacazo le depara la encuesta semanal de intención de voto, en la que obtiene un 20%, que sería el peor resultado desde la fundación de la República Federal en 1949. El presidente del SPD y primer ministro de Renania-Palatinado, Kurt Beck se dedica sobre todo a sus tareas de Gobierno en Maguncia. Cuando pasa por Berlín, donde se cocina la política del partido, sus bandazos siembran el desconcierto.
Beck optó en el congreso federal de octubre por apoyar su liderazgo en el ala izquierdista. Los votantes de centro no le perdonan sus tentativas de pescar votos en las aguas que remueve el nuevo partido La Izquierda, copresidido por Oskar Lafontaine, cuya pujanza en las elecciones regionales de 2007 han planteado al SPD un dilema tras otro. Si bien la línea oficial dicta que no habrá pactos con La Izquierda, Beck permitió en febrero negociaciones para gobernar Hesse. La trifulca interna consiguiente acabó en fiasco e impidió la designación de la socialdemócrata Andrea Ypsilanti como primera ministra del land, pese a sus excelentes resultados electorales. La popularidad de Beck se desplomó. El orondo líder se hundió aún más con la decisión sin precedentes de presentar una candidata alternativa a la reelección de Horst Köhler (CDU) como presidente de la república. Es obvio que la candidata Gesine Schwann no podrá ganar a Köhler sin los votos parlamentarios de La Izquierda. En un ejemplar ejercicio de incongruencia, Beck ha intensificado sus cortejos a los liberales del FDP, que apoyan a Köhler, con vistas a una coalición federal tripartita con Los Verdes en 2009.
El notorio desconcierto que acusan los líderes del SPD entronca en los cambios que ha sufrido Alemania en los últimos lustros. El catedrático emérito de ciencias políticas Peter Lösche describe la descomposición de las redes sociales que durante décadas "sentaron la base desde la que el SPD tendía sus puentes al centro político" para obtener mayorías. El ocaso del poder sindical en Alemania y la desaparición de los obreros especializados dieron la puntilla a la base social del SPD.
Los socialdemócratas están hoy cercados entre dos fuegos, incapaces de convocar una masa de simpatizantes como la que les dio el poder hace 10 años. Entonces, el nuevo centro auspiciado por Gerhard Schröder fue el lugar de encuentro entre los restos del electorado clásico del SPD y un centro político ahíto de 16 años de Helmut Kohl.
Löscher, hijo de una diputada socialdemócrata de origen obrero, señala el programa de recortes sociales de Schröder (Agenda 2010) como una de las causas de la erosión por la izquierda del partido.
Beck optó en el congreso federal de octubre por apoyar su liderazgo en el ala izquierdista. Los votantes de centro no le perdonan sus tentativas de pescar votos en las aguas que remueve el nuevo partido La Izquierda, copresidido por Oskar Lafontaine, cuya pujanza en las elecciones regionales de 2007 han planteado al SPD un dilema tras otro. Si bien la línea oficial dicta que no habrá pactos con La Izquierda, Beck permitió en febrero negociaciones para gobernar Hesse. La trifulca interna consiguiente acabó en fiasco e impidió la designación de la socialdemócrata Andrea Ypsilanti como primera ministra del land, pese a sus excelentes resultados electorales. La popularidad de Beck se desplomó. El orondo líder se hundió aún más con la decisión sin precedentes de presentar una candidata alternativa a la reelección de Horst Köhler (CDU) como presidente de la república. Es obvio que la candidata Gesine Schwann no podrá ganar a Köhler sin los votos parlamentarios de La Izquierda. En un ejemplar ejercicio de incongruencia, Beck ha intensificado sus cortejos a los liberales del FDP, que apoyan a Köhler, con vistas a una coalición federal tripartita con Los Verdes en 2009.
El notorio desconcierto que acusan los líderes del SPD entronca en los cambios que ha sufrido Alemania en los últimos lustros. El catedrático emérito de ciencias políticas Peter Lösche describe la descomposición de las redes sociales que durante décadas "sentaron la base desde la que el SPD tendía sus puentes al centro político" para obtener mayorías. El ocaso del poder sindical en Alemania y la desaparición de los obreros especializados dieron la puntilla a la base social del SPD.
Los socialdemócratas están hoy cercados entre dos fuegos, incapaces de convocar una masa de simpatizantes como la que les dio el poder hace 10 años. Entonces, el nuevo centro auspiciado por Gerhard Schröder fue el lugar de encuentro entre los restos del electorado clásico del SPD y un centro político ahíto de 16 años de Helmut Kohl.
Löscher, hijo de una diputada socialdemócrata de origen obrero, señala el programa de recortes sociales de Schröder (Agenda 2010) como una de las causas de la erosión por la izquierda del partido.
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