Publicamos a continuación el “Manifiesto Ecosocialista” que redactaran J.Kovel y M.Löwy. No sólo nos parece interesante para el debate por sus formulaciones y planteamientos, sino por su actualidad política.
Manifiesto Ecosocialista
Joel Kovel y Michael Löwy
Joel Kovel y Michael Löwy
A MODO DE INTRODUCCIÓN
La idea de este manifiesto ecosocialista fue lanzada por Joel Kovel y Michael Löwy en el taller sobre ecología y socialismo que tuvo lugar en Vincennes, cerca de París, en septiembre de 2001. Todos sufrimos la dolencia crónica de la paradoja de Gramsci, vivir en una época en la que el viejo orden agoniza (llevándose la civilización con él) mientras que el nuevo orden no parece capaz de nacer. Pero, al menos, puede ser anunciado. La sombra más oscura que se cierne sobre el presente no es el terror, ni el desastre ambiental, ni la recesión o la depresión mundial, sino el fatalismo internalizado que dice que no existe otra posibilidad que el orden mundial del capital. Por eso quisimos negar deliberadamente el estado de ánimo actual de avenencia inquieta y asentimiento pasivo.
El ecosocialismo no es todavía un espectro, ni tampoco está basado en ningún partido o movimiento concreto. Es solamente una línea de razonamiento que parte de una determinada interpretación de la crisis actual y de las condiciones necesarias para superarla. No tenemos ninguna pretensión de omnisciencia. Por el contrario, nuestra meta es invitar al diálogo, a la discusión, a las enmiendas y, sobre todo, a pensar cómo puede realizarse esta idea. A todo lo ancho del universo caótico del capital mundial surgen espontáneamente puntos innumerables de resistencia. Muchos son intrínsecamente ecosocialistas en su contenido. ¿Cómo podría hacerse que confluyeran todos ellos? ¿Podemos pensar en una "internacional ecosocialista"? El espectro, ¿podría llegar a materializarse? A tal efecto, pedimos a los lectores que respondan a esta revista.
UN MANIFIESTO ECOSOCIALISTA
El siglo XXI se abre con una nota catastrófica, una situación de calamidad ecológica sin precedentes y un orden mundial caótico preñado de terror y de focos de guerra de baja intensidad que se expanden como gangrenas en grandes áreas de África central, Oriente Medio, Asia central y meridional y las zonas noroccidentales de Sudamérica, y desde ahí reverberan a través de los continentes.
Desde nuestro punto de vista, la crisis ecológica y las crisis de ruptura social están intensamente interrelacionadas y deben considerarse manifestaciones diversas de las mismas fuerzas estructurales. La primera surge en líneas generales de una industrialización desenfrenada que abruma la capacidad de la Tierra para amortiguar y contener la desestabilización ecológica. La segunda proviene de la forma de imperialismo conocida como mundialización (o "globalización"), con sus efectos desintegradores de las sociedades que se interponen en su trayectoria. Por lo demás, esas fuerzas subyacentes son esencialmente aspectos distintos del mismo impulso que es el dinamismo central que mueve al conjunto: la expansión del sistema capitalista mundial.
Creemos que hay que rechazar todos los eufemismos y las medias tintas propagandísticas de la brutalidad de este sistema, los camuflajes con pintura verde de sus costos ecológicos y el enmascaramiento de sus costos humanos con palabras de democracia y derechos humanos. Por el contrario, insistimos en que es necesario contemplar al capital desde el punto de vista de lo que han sido realmente sus efectos y resultados.
Con su imperativo a expandirse constantemente buscando la rentabilidad, el sistema actúa sobre la naturaleza y su equilibrio ecológico, exponiendo los ecosistemas a contaminantes desestabilizadores, degradando hábitats cuyo desarrollo ha requerido milenios hasta permitir la multiplicidad de los organismos, malgastando los recursos y reduciendo la sensual vitalidad de la naturaleza a la intercambiabilidad fría que exige la acumulación del capital. Desde el punto de vista de la humanidad y de las necesidades humanas de autodeterminación, de comunidad y de existencia significativa, el capital reduce a la mayoría de la población mundial a una mera reserva de fuerza de trabajo, mientras que desecha a gran parte del resto como un fastidio inútil. El capital ha invadido las comunidades y ha minado su integridad mediante su cultura mundial masiva de consumismo y despolitización. El capital ha aumentado las desigualdades de riqueza y poder a niveles sin precedentes en la historia humana y ha sido uña y carne de una red de estados clientes corruptos cuyas élites locales hacen el trabajo sucio de represión, ahorrándole al centro la infamia. Y bajo la supervisión global de las potencias occidentales y de la superpotencia estadounidense, el capital ha puesto en marcha una red de organizaciones transestatales para minar la autonomía de la periferia y mantenerla endeudada, mientras sostiene un aparato militar enorme para hacer que se obedezca al centro del sistema.
En nuestra opinión el sistema capitalista actual no puede regular la crisis que él mismo ha puesto en marcha, ni mucho menos superarla. El sistema no puede solucionar la crisis ecológica porque hacerlo requiere fijar límites a la acumulación, lo cual es una opción inaceptable para un sistema social sustentado sobre el imperativo de crecer o morir. Y no puede solucionar la crisis planteada por el terror y otras formas de rebelión violenta porque hacerlo significaría abandonar la lógica del imperio, lo que a su vez impondría límites inaceptables al crecimiento y a todo el "estilo de vida" que el imperio defiende. Su única opción es recurrir a la fuerza bruta, incrementando así la alienación y sembrando el germen de nuevos terrorismos... y más contraterrorismo, en evolución hacia una variante nueva y maligna de fascismo.
En suma, el sistema capitalista mundial está históricamente arruinado. Se ha convertido en un imperio incapaz de adaptarse, cuyo gigantismo extremo revela la debilidad de sus fundamentos. En términos ecológicos es profundamente insostenible y hay que cambiarlo, o, mejor dicho, reemplazarlo, si se pretende que el futuro sea digno de vivirse.
Así ha vuelto a plantearse otra vez la drástica alternativa de "socialismo o barbarie" que una vez planteó Rosa Luxemburg y en la que la barbarie refleja ahora la huella del siglo que ha transcurrido y asume el aspecto de la catástrofe ecológica, del contraterror del terror y de su degeneración fascista. ¿Pero, por qué volver a hablar de socialismo, por qué revivir esa palabra aparentemente consignada al basurero de la historia por los fracasos de sus interpretaciones del siglo XX? Solamente por una razón: porque la noción del socialismo, a pesar de su abatimiento y su falta de realización todavía implica la superación del capital. Si hay que vencer al capital -tarea ahora urgente para la supervivencia de la civilización misma-, el resultado forzosamente será "socialista", pues ese es el término que implica la solución de continuidad con el capitalismo y el paso a una sociedad poscapitalista. Creemos que el capital es radicalmente insostenible y aboca a la barbarie como hemos explicado, pero también creemos que hay que construir un "socialismo" capaz de superar las crisis que el capital ha desencadenado. Y si los "socialismos" del pasado no han podido hacerlo, entonces, si optamos por no someternos a una barbarie final, tenemos que luchar por un socialismo que tenga éxito. E igual que la barbarie ha cambiado, reflejando el siglo transcurrido desde que Rosa Luxemburg enunció su drástica alternativa, también el nombre y la realidad del socialismo deben cambiar para adecuarse a la realidad de nuestro tiempo.
Todas estas razones son las que nos llevan a denominar "ecosocialismo" a nuestra interpretación del "socialismo" y a actuar por su realización.
Creemos que hay que rechazar todos los eufemismos y las medias tintas propagandísticas de la brutalidad de este sistema, los camuflajes con pintura verde de sus costos ecológicos y el enmascaramiento de sus costos humanos con palabras de democracia y derechos humanos. Por el contrario, insistimos en que es necesario contemplar al capital desde el punto de vista de lo que han sido realmente sus efectos y resultados.
Con su imperativo a expandirse constantemente buscando la rentabilidad, el sistema actúa sobre la naturaleza y su equilibrio ecológico, exponiendo los ecosistemas a contaminantes desestabilizadores, degradando hábitats cuyo desarrollo ha requerido milenios hasta permitir la multiplicidad de los organismos, malgastando los recursos y reduciendo la sensual vitalidad de la naturaleza a la intercambiabilidad fría que exige la acumulación del capital. Desde el punto de vista de la humanidad y de las necesidades humanas de autodeterminación, de comunidad y de existencia significativa, el capital reduce a la mayoría de la población mundial a una mera reserva de fuerza de trabajo, mientras que desecha a gran parte del resto como un fastidio inútil. El capital ha invadido las comunidades y ha minado su integridad mediante su cultura mundial masiva de consumismo y despolitización. El capital ha aumentado las desigualdades de riqueza y poder a niveles sin precedentes en la historia humana y ha sido uña y carne de una red de estados clientes corruptos cuyas élites locales hacen el trabajo sucio de represión, ahorrándole al centro la infamia. Y bajo la supervisión global de las potencias occidentales y de la superpotencia estadounidense, el capital ha puesto en marcha una red de organizaciones transestatales para minar la autonomía de la periferia y mantenerla endeudada, mientras sostiene un aparato militar enorme para hacer que se obedezca al centro del sistema.
En nuestra opinión el sistema capitalista actual no puede regular la crisis que él mismo ha puesto en marcha, ni mucho menos superarla. El sistema no puede solucionar la crisis ecológica porque hacerlo requiere fijar límites a la acumulación, lo cual es una opción inaceptable para un sistema social sustentado sobre el imperativo de crecer o morir. Y no puede solucionar la crisis planteada por el terror y otras formas de rebelión violenta porque hacerlo significaría abandonar la lógica del imperio, lo que a su vez impondría límites inaceptables al crecimiento y a todo el "estilo de vida" que el imperio defiende. Su única opción es recurrir a la fuerza bruta, incrementando así la alienación y sembrando el germen de nuevos terrorismos... y más contraterrorismo, en evolución hacia una variante nueva y maligna de fascismo.
En suma, el sistema capitalista mundial está históricamente arruinado. Se ha convertido en un imperio incapaz de adaptarse, cuyo gigantismo extremo revela la debilidad de sus fundamentos. En términos ecológicos es profundamente insostenible y hay que cambiarlo, o, mejor dicho, reemplazarlo, si se pretende que el futuro sea digno de vivirse.
Así ha vuelto a plantearse otra vez la drástica alternativa de "socialismo o barbarie" que una vez planteó Rosa Luxemburg y en la que la barbarie refleja ahora la huella del siglo que ha transcurrido y asume el aspecto de la catástrofe ecológica, del contraterror del terror y de su degeneración fascista. ¿Pero, por qué volver a hablar de socialismo, por qué revivir esa palabra aparentemente consignada al basurero de la historia por los fracasos de sus interpretaciones del siglo XX? Solamente por una razón: porque la noción del socialismo, a pesar de su abatimiento y su falta de realización todavía implica la superación del capital. Si hay que vencer al capital -tarea ahora urgente para la supervivencia de la civilización misma-, el resultado forzosamente será "socialista", pues ese es el término que implica la solución de continuidad con el capitalismo y el paso a una sociedad poscapitalista. Creemos que el capital es radicalmente insostenible y aboca a la barbarie como hemos explicado, pero también creemos que hay que construir un "socialismo" capaz de superar las crisis que el capital ha desencadenado. Y si los "socialismos" del pasado no han podido hacerlo, entonces, si optamos por no someternos a una barbarie final, tenemos que luchar por un socialismo que tenga éxito. E igual que la barbarie ha cambiado, reflejando el siglo transcurrido desde que Rosa Luxemburg enunció su drástica alternativa, también el nombre y la realidad del socialismo deben cambiar para adecuarse a la realidad de nuestro tiempo.
Todas estas razones son las que nos llevan a denominar "ecosocialismo" a nuestra interpretación del "socialismo" y a actuar por su realización.
¿POR QUÉ ECOSOCIALISMO?
En nuestra opinión el ecosocialismo no es la negación sino la realización de los socialismos de "primera época" del siglo XX, en el contexto de la crisis ecológica. Como aquellos, el ecosocialismo parte de la idea de que el capital es trabajo pretérito materializado; y se fundamenta también en el desarrollo libre de todos los productores, o dicho de otra manera, en la eliminación de la separación entre los productores y los medios de producción. Esta meta no pudo ser alcanzada por el primer socialismo por razones demasiado complejas para elaborarlas aquí más allá de decir que fueron efectos de la falta de desarrollo en un contexto de hostilidad de las potencias capitalistas. Esa coyuntura tuvo muchos efectos nocivos sobre el socialismo existente, principalmente la negación de la democracia interna y la emulación del productivismo capitalista, que llevaron finalmente al derrumbamiento de esas sociedades y al desastre ecológico en esos países.
El ecosocialismo conserva las metas emancipadoras del primer socialismo y rechaza los objetivos tibios y reformistas de la socialdemocracia y las estructuras productivistas de las variedades burocráticas del socialismo. En cambio, el ecosocialismo insiste en redefinir las vías y las metas de la producción socialista en un marco ecológico, específicamente en lo que se refiere a los "límites al crecimiento" esenciales para la sostenibilidad de la sociedad. Sin embargo, esos límites no se asumen en un sentido impositivo de escasez, penuria y represión. La meta es una transformación de las necesidades y un desplazamiento profundo de lo cuantitativo a lo cualitativo. Desde el punto de vista de la producción de mercancías eso se traduce en una valorización del valor de uso frente al valor de cambio, un proyecto de largo alcance fundamentado en la actividad económica inmediata.
La generalización de la producción ecológica bajo condiciones socialistas puede abrir condiciones para la superación de las crisis actuales. Una sociedad de productores libremente asociados no se detiene en su propia democratización, sino que asume como propia la liberación de todos los seres. Y así supera el impulso imperialista subjetivo y objetivo y en la lucha por realizar esos objetivos busca superar también todas las formas de dominación, incluidas especialmente las de género y raza. Y deja atrás las condiciones que llevan a la aberración fundamentalista y sus manifestaciones terroristas. En suma, postula una sociedad mundial con un grado de armonía ecológica con la naturaleza impensable en las condiciones actuales. Un resultado práctico de estas tendencias sería, por ejemplo, la progresiva eliminación de la dependencia respecto de los combustibles fósiles que es inherente al capitalismo industrial. Esto proporciona a su vez la base material para la liberación de las zonas subyugadas por el imperialismo del petróleo y a la vez permite frenar el calentamiento atmosférico y las demás aflicciones de la crisis ecológica. Cualquiera que lea lo anterior verá en primer lugar los muchos interrogantes teóricos y prácticos que estas prescripciones plantean. Después, y eso es lo más desolador, resultará obvio lo lejos que está todo esto de la actual configuración del mundo, tanto de las instituciones que lo anclan como de la consciencia que lo expresa. No hay que insistir en ello, que es evidente para cualquiera. Pero sí insistimos en que se entienda en la perspectiva apropiada. Nuestro proyecto no es definir cada etapa del camino, pero tampoco nos rendimos frente al adversario a la vista de su fortaleza. Lo que pretendemos es desarrollar las etapas lógicas de una transformación suficiente y necesaria del orden actual y comenzar a elaborar los pasos intermedios hacia esa meta. Lo hacemos para explorar esas posibilidades y, a la vez, empezar a articular a todos los que piensan de manera similar. Si estas reflexiones tienen algún mérito, en puntos innumerables alrededor del mundo estarán germinando cooperativamente pensamientos similares y prácticas para realizarlos. El ecosocialismo será internacional y universal, o no será nada. Las crisis de nuestro tiempo pueden y deber verse como oportunidades revolucionarias, que debemos afirmar y convertir en realidad.
El ecosocialismo conserva las metas emancipadoras del primer socialismo y rechaza los objetivos tibios y reformistas de la socialdemocracia y las estructuras productivistas de las variedades burocráticas del socialismo. En cambio, el ecosocialismo insiste en redefinir las vías y las metas de la producción socialista en un marco ecológico, específicamente en lo que se refiere a los "límites al crecimiento" esenciales para la sostenibilidad de la sociedad. Sin embargo, esos límites no se asumen en un sentido impositivo de escasez, penuria y represión. La meta es una transformación de las necesidades y un desplazamiento profundo de lo cuantitativo a lo cualitativo. Desde el punto de vista de la producción de mercancías eso se traduce en una valorización del valor de uso frente al valor de cambio, un proyecto de largo alcance fundamentado en la actividad económica inmediata.
La generalización de la producción ecológica bajo condiciones socialistas puede abrir condiciones para la superación de las crisis actuales. Una sociedad de productores libremente asociados no se detiene en su propia democratización, sino que asume como propia la liberación de todos los seres. Y así supera el impulso imperialista subjetivo y objetivo y en la lucha por realizar esos objetivos busca superar también todas las formas de dominación, incluidas especialmente las de género y raza. Y deja atrás las condiciones que llevan a la aberración fundamentalista y sus manifestaciones terroristas. En suma, postula una sociedad mundial con un grado de armonía ecológica con la naturaleza impensable en las condiciones actuales. Un resultado práctico de estas tendencias sería, por ejemplo, la progresiva eliminación de la dependencia respecto de los combustibles fósiles que es inherente al capitalismo industrial. Esto proporciona a su vez la base material para la liberación de las zonas subyugadas por el imperialismo del petróleo y a la vez permite frenar el calentamiento atmosférico y las demás aflicciones de la crisis ecológica. Cualquiera que lea lo anterior verá en primer lugar los muchos interrogantes teóricos y prácticos que estas prescripciones plantean. Después, y eso es lo más desolador, resultará obvio lo lejos que está todo esto de la actual configuración del mundo, tanto de las instituciones que lo anclan como de la consciencia que lo expresa. No hay que insistir en ello, que es evidente para cualquiera. Pero sí insistimos en que se entienda en la perspectiva apropiada. Nuestro proyecto no es definir cada etapa del camino, pero tampoco nos rendimos frente al adversario a la vista de su fortaleza. Lo que pretendemos es desarrollar las etapas lógicas de una transformación suficiente y necesaria del orden actual y comenzar a elaborar los pasos intermedios hacia esa meta. Lo hacemos para explorar esas posibilidades y, a la vez, empezar a articular a todos los que piensan de manera similar. Si estas reflexiones tienen algún mérito, en puntos innumerables alrededor del mundo estarán germinando cooperativamente pensamientos similares y prácticas para realizarlos. El ecosocialismo será internacional y universal, o no será nada. Las crisis de nuestro tiempo pueden y deber verse como oportunidades revolucionarias, que debemos afirmar y convertir en realidad.
Publicado como editorial, con los nombres de 18 firmantes, en la revista Capitalism, Nature, Socialism. http://www.cnsjournal.org/
Se puede leer la versión en inglés aquí:
Traducción de José A. Tapia Granados; revisión de Verónica Saladrigas.
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